diciembre 05, 2006

IRONIAS


“Hoy, he decidido estar feliz porque las espinas
tienen rosas,
en lugar de ponerme triste porque
las rosas
tienen espinas”
(Adriana Vilchis)


¿COINCIDENCIA?


Cuando era pequeña soñaba con tocar una cancha empastada de fútbol. Una como esas, sí, como las que veía por televisión. Aquellas canchas en las que deportistas jugaban por salir adelante, donde la mercadotecnia todavía no era un vicio que se fortalecía cuando generaba más y más dinero, donde todavía no había un profundo deseo por ganar económicamente y simplemente, donde la gente que jugaba se sentía libre, donde realmente se empeñaban por ganar y en donde luchaban por la camiseta, POR EL HONOR...

Poco a poco me fui dando cuenta de que esa pasión se iba perdiendo en los jugadores; no obstante, la mía permanecía como un sueño, un sueño que paradójicamente iba en aumento.

Conforme fui creciendo me di cuenta de que mi sueño por jugar profesionalmente se truncaba, incluso llegó un momento en el que pensé que era sólo una ilusión. Sin embargo, después de ingresar a un equipo y perfilarme como una buena jugadora: ¡llegó el momento!... No contuve la emoción cuando escuche que alguien me estaba hablando como representante de CONADE y efectivamente, había sido requerida para formar parte de la selección, al menos lo haría en una concentración. Pasó el tiempo y asistí a varias concentraciones. De repente transcurrieron 6 meses y parecía que mi sueño volvía a desvanecerse entre la neblina que lo había cubierto por primera vez; el sentimiento que acompañó ese desvanecer fue horrible, incluso llegué a pensar que no era lo suficientemente buena para este deporte, ¡que ironía!

Ocho meses después de mi “última” concentración, me volvieron a convocar. Al principio me emocioné lo suficiente como para llorar de la alegría; pero después, esas lágrimas se tornaron en confusión. La concentración fue una pésima experiencia, me sentía fuera de lugar y recibí malos tratos por parte de los integrantes de la Federación. Nunca pensé arrepentirme pero debo aceptar que lo hice en esa ocasión.

Ahora, ha pasado algún tiempo; un año quizá, no lo sé. Lo importante es que maduré lo suficiente con las experiencias que tuve en esa última concentración, como para darme cuenta de la porquería que hay detrás de un color rosa; de las apariencias inverosímiles y lo más importante: ¡de lo que valgo como persona!


Escribió: ADRIANA VILCHIS MÁRQUEZ

No hay comentarios.:

Publicar un comentario